264 meses, 1056 semanas, 8030 días, 192720 horas, 11563200 minutos y 693792000 segundos. Eso en resumidas cuentas es lo que tengo en 22 años y no sé si voy a despertar en la mañana.
Probablemente sí, porque como se darán cuenta son demasiados números para una vida tan corta.
¿Por qué es motivo de celebración? No lo sé, pero hoy, puedo decir que agradezco a lo que sea que exista que me permite seguir respirando y viviendo, porque con tantos dolores en el alma, no cualquiera soporta tanto.
No doy gracias porque de verdad deba de darlas; la razón básica y fundamental es que, he podido demostrarme a mi misma que a mis veintidos años, he conocido tantos placeres, he sufrido tantos desamores, he tenido más fiestas que sueños y he sentido el infinito tocar mis dedos. No me hace falta nada, no me sobra nada, no necesito saber nada porque a mí edad ya hice lo que quise y lo que no quise también; me equivoqué y me caí, me dolió, pero al final aquí estoy, sintiéndome vieja porque creo que no hay nada más que descubrir.
Sin embargo, cuando pongo un pie fuera de la cama, me doy cuenta que si hay, porque las personas que más me aman siguen conmigo, porque el cielo sigue azul y mis cigarrillos encendidos, mi cama sigue suave y mi iPod aún suena, es un mundo por disfrutar, un segundo, un minuto, un día, una semana, un mes, un año, una vida.
Una vida que sin duda tiene sus más agridulces momentos que después se vuelven recuerdos y eso, eso es lo que te hace ser una persona, porque a mí me gusta recordar aquellos tiempos en los que mi margen de error era tal que me equivocaba todos los días, ahora sólo trato de hacer las cosas bien.
Tengo pocos amigos, porque los placeres más grandes, las satisfacciones, son tan pequeñas y tan significativas, que muy probablemente vas a envejecer con ellas. Así es, ahora entiendo muchas cosas que a los 15 o 18 no, porque de ahí todo pasa como una película fast motion, no hay tiempo para retroceder o detenerte, a mis 22 años el tiempo es oro, mi juventud también; aún quiero irme de fiesta y bailar como si no hubiera mañana, hasta que me duelan los pies, beber alcohol, despertar con resaca, conocer gente, enamorarme, reír, cantar, jugar, hacer estupideces porque la verdad no soy tan grande, sigo teniendo muy en el fondo aquella persona que se reía por absolutamente todo y era muy feliz; lo sentía... lo sentía en el infinito de cuando cerraba los ojos.
Es momento de volver a buscar el infinito en ésta oscuridad tan absurda.
¡Feliz cumpleaños!
Love Always
Charlie