Y lo desperdiciamos todo, dejamos ir todo lo que eramos.
No sé si valga la pena arrepentirse, no sé que tan bueno o malo sea ver de lejos el fondo.
Ya no puedo sentirme mal por lo que hay alrededor, no puedo sentir la culpa en mis manos de todos esos momentos que acabaron con mi felicidad, no puedo sentirlos.
No puedo volver caer, ahora tengo de quien sostenerme.
En algún momento supe lo que era tocar el fondo y lo que hay debajo de él, supe lo que fue llorar sangre y agua, supe que si no encuentras salida eres un perdedor.
No volveré a cometer los mismos errores, no volveré a sentirme menos de lo que fui. No soy esa persona, esa persona cayó, profundo, lejos e inexplicablemente se murió en el fondo, en la miseria.
Los recuerdos que quedan están guardados en lo más oscuro y recóndito de mi alma, de ese ser maldito que pedía a gritos la muerte.
No hay buenos momentos, ni buenas intenciones, solo el dolor abarca esa época, la oscuridad opaca todo, ese abrumador dolor de los extensos días, pesadillas y polvo. Debería dejarlo ir, pero en noches de absurda soledad, los monstruos debajo de la cama salen para agitar aquellos momentos en los que la luz había perdido el sentido.
He dejado todo lo que fui, lo he olvidado. El estómago vacío y las manos frías también, los huesos marcados y la garganta destrozada, son cosas a las que no quiero volver, aunque la voluntad es débil y no entiende de razones, no negocia contigo, te acaba. Te consume de pies a cabeza, te consume la cabeza, no puedes pensar y eso, eso es lo único que me ata al pasado, a los monstruos de pesadilla, es lo único que me ata conmigo y no quiero porque ya no quiero caer más contigo.
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